viernes, 21 de junio de 2019

Manuel, el destructor

Y entonces la impotencia recorrió mi cuerpo, no podía hacer nada, yo sólo estaba detrás de una pantalla...
19 de septiembre, 2013. Durante la noche anterior había podido escuchar entre sueños, el golpeteo del agua sobre las ventanas, el silbido del aire sobre los árboles; sin embargo, los pronósticos indicaban que sólo tendríamos lluvias dispersas, pues, un huracán impactaría en el norte de Sinaloa, no en el centro, no en Culiacán, confiábamos en que esa predicción se cumpliera, por lo que las actividades cotidianas para la gente habían sido meramente normales.
Al despertar el día 19, me di cuenta que efectivamente la lluvia había continuado toda la noche, lenta, pero constante. No había luz en esa mañana, el día totalmente gris. lúgubre. Tomé mi celular que estaba en el buró:"sin señal", encendí el televisor "Sin señal", recordé que había una vieja radio e intenté encenderla, pero recordé que NO HABÍA LUZ, no tenía ni la menor idea de lo que sucedía.
Era tarde, debía ir a trabajar, mil preguntas llegaban a mi, mi oficina ¿Tendría luz? ¿Iríamos a realizar algún recorrido para ver los daños por las lluvias? no había comunicación directa con el periódico, por lo que mi única opción era asistir, así que me alisté, lo más rápido que pude y emprendí la caminata hacia mi lugar de trabajo, al pasar por las calles, me daba cuenta de que el amanecer parecía no haber llegado para muchas personas, no miraba gente caminando como de costumbre, los locales. Cerrados. Había mucha agua corriendo por todos lados, pisé charcos, mojé mis zapatos, en fin el paraguas no había servido casi para nada. De cualquier forma, sólo estaba a unas cuadras, por lo que pronto pude acceder por la puerta trasera, subí las escaleras y me di cuenta que sólo teníamos una insuficiente luz, por la planta de emergencia.
-¡Hola Anita!-. Saludé a mi compañera quien me había ganado, ella estaba sentada en unas pequeña escalinata que daba pie a nuestra oficina, observaba un teléfono sin señal, como esperando que reaccionara en cualquier momento. -No hay luz. ¿Qué vamos hacer?-. Continué, sin dejarla hablar.
-Ya chequé eso, creo que pronto llegará, están viendo si la planta de luz, aguanta unas cuantas horas-.
Me senté a un lado de ella y esperamos un rato en silencio, oyendo el eco de las gotas que caían y no cesaban. Casi eran las 9 de la mañana, aún así el panorama se observaba abrumoso.
Tan sólo unos momentos y se hizo la luz; en automático nos paramos, fuimos a la oficina y comenzamos a encender las máquinas para trabajar, se prendió el televisor, luego luego mi ordenador, Anita su computadora y todo fue normal hasta entrar a las redes sociales.
Cuando no estaba realizando video, por lo general me tocaba monitorear redes sociales, observar las noticias nacionales e internacionales, postear las mejores y las más llamativas. Pero lo que estaba observando esa mañana, una vez más me dejaban angustiada.
<El huracán no había impactado en el norte, se había estancado en el municipio de Culiacán, durante la noche había aterrorizado a la población, puesto que los refugios se había preparado en "Los Mochis", una comitiva de soldados, protección civil y autoridades, continuaban a 3 horas de la ciudad.
Imagen cortesía
Las redes infestadas de infinidad de videos de gente con el agua a las rodillas, luego al cuello, luego carros arrastrados por la corriente. Gente desesperada, sacando y metiendo pertenencias. Pensé en mi familia con quien no había podido tener contacto desde hacía un día, y quienes vivían en otro lugar, a unos 25 minutos de la ciudad.
El día apenas iniciaba y yo no podía concebir el nivel del desastre, de la destrucción, intenté nuevamente llamar a mis padres. "Línea fuera de servicio". Un nudo permanecía en mi garganta.
Tan pronto fueron avanzando las horas, la destrucción fue haciéndose pública, primero lugares muy conocidos hasta el tope de agua, pronto habría más de 50 videos desoladores. Noticias debastadoras de personas rescatadas a punto de ahogarse.
No nos dabamos a basto, habían tantos reportes en redes sociales de sectores inundados que fácilmente en nuestro portal y redes sociales, nos faltaban por lo menos tres personas más. Las televisoras locales transmitían noticias de inundaciones a lo bruto. La carretera internacional cerrada... Cruce inundado, Parque Las Riberas desaparece... Teníamos carreteras, parques y casas desaparecidas, autos flotando por todos lados, comunidades y sindicaturas devastadas, increíble, en 22 años no podía creer estar en una película de desastre.
Nuestro único trabajo era publicar para alertar a la población que sí podía leernos y consultarnos para prevenir, más devastación. De pronto comenzaron a llegar mensajes privados a la página del periódico. "Auxilio, por favor ayúdennos, nos estamos ahogando, sector Humaya". Y entonces la impotencia recorrió mi cuerpo, no podía hacer nada, yo sólo estaba detrás de una pantalla... Aún resurgen ese escalofrío, ese nudo, esa impresión al recordar... habían personas pidiendo ayuda. Me quedé en silencio, inmóvil, voltee a ver a mi compañera. -Ana, están pidiendo ayuda, se están ahogando-. Mi voz ligeramente quebrada
-No podemos hacer nada Mony, tenemos mucho trabajo, pídeles que llamen a emergencias, nosotros tenemos que hacer lo que nos corresponde-. Ella tenía razón, yo tenía otros deberes. Así que tan pronto reuní la información adecuada, realicé la publicación con una lista de números de emergencias.
Afuera el golpeteó seguía, las notas seguían llegando. Un ¡Ring, Ring! llegó a mi célular, contesté, era mi novio, llamándome de la comunidad donde vivía. -Mónica, no hay acceso ni salida a Costa Rica, las colonias en la orillas al tope de agua, la gente se está ahogando, las están sacando en pangas, ¿Sabes si mandarán a protección civil?-.
Nadie había volteado a ver a las comunidades del municipio, la mayoría de la ayuda e incluso el gobernador continuaban en otro municipio, la gente de los pueblos estaban solos.
-No, no hay nadie, si puedes hacer algo, por favor ayuda, no hay autoridades, Culiacán se está ahogando, el pronóstico falló e impactó donde no tenía que haber impactado-. Enseguida colgamos, y yo seguí recibiendo noticias de los primeros fallecidos, de las gente al techo de las casas, de los autos llevados por la corriente. El tiempo parecía no transcurrir.
Imagen cortesía
Cuando el caos parecía haberse apaciguado, comenzó a circular un "fake" o noticia falsa en redes sociales de la competencia local de la empresa: "Cocodrilos, recorren las calles de colonias, inundadas" NO LO PODÍA CREER.
-¡Ana!. ¿Hay cocodrilos en las colonias?-. pregunté incrédula.
Comenzaban a llegar mensajes privados a la página cuestionando la veracidad de la noticia, la gente estaba hecha loca, más miedo, más caos.
-
Están locos, dijimos al unísono. ¿A caso no era suficiente la confusión, por la mala predicción del impacto del huracán?-. Pronto la noticia se olvidó y poco a poco comenzó la calma.
El día terminaba, con un recuento casi incontable en daños materiales, vidas perdidas, personas desaparecidas, accidentadas, gente que había tenido que acampar en carreteras internacionales y estatales. ¿La culpa? en parte había sido por la cultura del valemadrismo de los sinaloenses, la escasa información de protección civil del estado y por su puesto de las malas obras públicas que no soportaban lluvias... Estaba tan cansada emocionalmente, que a las 8 de la noche que partí de la oficina, ansiaba tirarme en la cama. Al día siguiente teníamos la visita de quien entonces era el presidente de México: Enrique Peña Nieto, para visitar la zona de desastre, día que me tocaría cubrir...
Los siguientes días fueron días de excursión a las zonas de desastre, escenas de películas, que quizá no me alcanzarán las palabras para describirlas como tal...
Imagen tomada por mi, durante la visita de Peña a las zonas de desastre "
Nuevamente espero haberte entretenido tanto como a mi me gustó escribirlas... están son experiencias que han marcado mi vida de una u otra forma. Nos vemos en la siguiente historia
Dejo constancia de mis palabras con este video grabado durante ese 19 de septiembre. https://www.youtube.com/watch?v=wJ_VU8fzDfg

martes, 4 de junio de 2019

El primer acercamiento

Para ti que no te animas a hacer algo que deseas y para mi que por fin me estoy animando a escribir
Desde que tengo memoria, he sabido que las letras siempre han sido parte de mi vida; en la primaria cuando consecutivamente sobresalía en los concursos de lectura, en secundaria cuando ganaba competencias de poemas, de cuentos... Creo que en ese momento sabía ya a qué quería dedicarme. A pesar de mi turbia adolescencia marcada por la desesperada necesidad de afecto materno y los complejos alimenticios, pude sobrevivir a la época de los 2000, llena de incitación a las drogas, al cutting y a todos los vicios perjudiciales para una adolescente que adolecía en todo su sentir, la triste soledad, aún con ello, refugiada en una habitación de 4x4 y sumida en el mundo fantástico de Harry Potter, el objetivo no se desvió nunca. Necesitaba ser escuchada por mas callada que fuera, que vieran lo que podía hacer y ser, por lo que tan pronto terminé tercer grado de secundaria ya pedía a gritos estudiar una carrera relacionada a las letras, las voces, los medios, así fue como realicé con buenas notas mi carrera en Ciencias de la Comunicación, tan pronto se terminaba la licenciatura y por fuerzas del destino, las cuales aún no puedo explicar, porque realmente la oportunidad llegó como por arte de magia; terminé como reportera digital en un periódico local de auge nacional:
Periódico Noroeste
. ¡Pero qué suerte! decían todos mis compañeros, aún no terminábamos la universidad y yo, una de las pocas que habían conseguido una plaza en un trabajo tan escaso en nuestro bello Sinaloa, cuando me preguntaban cómo le había hecho, sonreía y luego alegaba una y otra vez que NO entendía como, y es que en realidad así lo era, yo había dado en la oficina de Multimedia solo por casualidad, para un trabajo escolar, cuando el puesto en jefe me había hecho unas cuantas preguntas y al final de mi actividad, él había ofrecido una vacante para mi, por supuesto que dije que inmediatamente.
Se pasaron los primeros días de mi primer y nuevo trabajo, luego las primeras semanas, tan pronto llegaban los primeros 3 meses cuando tuve que ser testigo de un evento inorfotuno. Mi primer acercamiento a una escena de guerra...
Lo que vas a leer a continuación son relatos, ocurridos en el proceso de mi crecimiento como profesionista. Espero poder explicar con la claridad pertinente, para que seas tú también testigo de mis vivencias. Fue un sábado 4 de agosto por allá en el 2013, cuando a las 8 de la mañana llegué a mi oficina que también era una cabina de radio, repleta de cámaras, computadoras y otras cosas más de logística audiovisual; saludé a mi compañera, quien cubría el turno de 6 de la mañana, podía ver sus ojeras, luego me senté, prendí mi ordenador iMac, le saqué la típica plática de siempre, de cómo había amanecido la web del periódico, que noticias nuevas teníamos y todas esas cosas que habían venido formando parte de nuestra rutina sabatina. Eramos godines pero también eramos de la calle, yo amaba la calle.
Tan pronto abrimos una bolsa de papas, cuando una llamada llegó "Ring" "Ring", -yo contesto- dijo mi compañera, -seguro pusimos algo mal en la web y otra vez nos van a cagar-. Yo reí tontamente, luego de pronto silencio, y "Anita" porque así le decíamos de cariño, comenzó a escribir rápidamente, su cara tiesa y la pluma a una velocidad que apenas notaba lo que escribía. Colgó el teléfono y volteó a verme con la misma expresión seca. Acaba de haber una balacera en la colonia que está detrás del Soriana Zapata, ya terminó, pero aún queda parte de la escena que grabar ¿Vas?; me preguntó un poco insegura de mi respuesta, !Voy! contesté animada. Me emocioné tanto, era mi primera vez en una nota roja.
"Espera al reportero y al fotógrafo, ellos también van contigo"-. Alisté mi mochila, eché un bule de agua, un pañuelo, mi cámara, tomé el tripie, el más liviano y salí de la oficina, con mi gafete, orgullosa de lo que pronto sería testigo; en unos minutos un taxi nos llevaría al lugar de los hechos. Llegaron mis compañeros, nos saludamos con la mirada y bajamos en silencio a la entrada, puesto que como había pensado ya estaban esperándonos. -¿A dónde los llevo, jóvenes?-. Preguntó un conductor de pelo blanco. -Al Soriana Zapata, por favor. Respondió el reportero del periódico impreso. El recorrido, estuvo lleno de todas las escenas posibles que nos podíamos encontrar, de si habría muertos, si habría muchos agentes policíacos, bueno... todo era imaginación. -Aquí los dejo jóvenes, el camino está tapado-. Bajamos del Tsuru, y a continuación lo que observé me dejó perpleja, se me enchinó la piel y hasta un fugaz pensamiento llegó a mi "Dios mío" ¿Qué hago aquí?
La escena era de película, el cielo pintaba dos helicópteros de la policía federal rondando las cuadras aledañas a bajo vuelo, el zumbido impresionante. Una nube densa gris oscuro se pronunciaba en el centro del panorama. Sabíamos que era parte de la peligrosa escena, pero no sabíamos qué era. Caminamos en silencio y puedo decir que quizá con un poco de miedo. Tan pronto nos acercábamos, podíamos ver la magnitud de los hechos, estábamos a unas 4 cuadras, y aquí en el "Soriana Zapata" muy conocido en la Ciudad de Culiacán, estacionadas todas las corporaciones policíacas y de protección: Cruz Roja, Protección Civil, Policía Municipal, Policía Estatal, Federal, grupo especializado Elite, peritos y hasta soldados.
Entramos al perímetro blindado con la cinta amarilla, los agentes al mirar nuestros gafetes, se hicieron a un lado para dejarnos pasar,caminamos confiados en que verdaderamente todo había acabado, el silencio se hizo presente, una cuadra, dos cuadras, tres... todo iba en Zoom In, como mirar por un lente de una cámara fotográfica; el ambiente tenso, el zumbido de los helicópteros rechinaban los oídos, de fondo el parloteo de las radios de los gendarmes, la nube gris más grade, densa y el olor a petroleo quemado se hizo presente.
Habíamos llegado a la zona de hechos, tan pronto mi cerebro procesó lo que veía, un escalofrío estremecedor recorrió mi cuerpo, de frente un par de soldados corriendo fuera de la cinta amarilla, en el fondo dos automóviles prendidos en llamas, una camioneta y un auto pequeño, y por un lado un sujeto sin vida tendido en el asfalto, sin zapatos y un arma de alto calibre.
Los latidos del corazón se aceleraron, adrenalina pura. Era la primera vez que era testigo de un asesinado, yo, recién egresada, inmadura aún para mi edad, estaba ahí rodeada de puros compañeros hombres de otros medios locales, casi todos de avanzada edad, era pues, la única mujer presente, además la más pequeña de todos...
A temblores instalé el tripie, la cámara, el micrófono y todo lo necesario para comenzar con mi grabación, enfoqué el auto en llamas, los elementos policíacos rondando, por último con pena y miedo, el sujeto muerto. Sentía realmente pena y algo de dolor, grabar su cuerpo extendido sin zapatos,desangrándose, siendo objeto de todas las miradas. Se trataba de una persona, de un humano y grabarlo así me parecía ofensivo a pesar claro, de haber dedicado su vida a la delincuencia organizada.
Pronto llegaron los peritos, con su traje de astronauta blanco, tocando y moviendo al sujeto, el arma, los zapatos, el chaleco antibalas, todo era de ellos en ese momento, yo captaba en vídeo todo lo que podía, cada detalle, que pudiera observar, y transmitir a quienes en ese entonces eran nuestra audiencia. Noté por supuesto que ningún familiar, amigo o conocido se presentó en el lugar, era de nadie, era de la mafia. "Pertenece al cartel de Sinaloa, estos pendejos se enfrentaron con los guachos" escuché a lo lejos". Yo seguía grabando, estaba ahí para eso. De pronto, una llamada llegó a mi móvil, era mi compañera, angustiada, pidiendo que saliéramos de ahí inmediatamente puesto que, según el informe policial, la persecución a pie no había terminado ¿Cómo que no ha terminado? le pregunté. -No, ya venté, sal de ahí de verdad es peligroso-. Sus palabras no me pegaron más duro de lo que yo ya me sentía, estaba ahí, de todas formas rodeada de policías, y con mis compañeros, no me quedó de otra más que quedarme.
Pasaron los minutos, luego las horas, esperando ser testigos de algún incidente más que pudiera llenar la semblanza de mi vídeo; hacíamos algunas entrevistas a los de la colonia, quienes contaban el terror de correr hacia abajo de la cama para esconderse de los balazos; luego ya enfadados, alguien comentó que era hora de irse, y una sensación de descanso llegó a mi, ¡Al fin! pensé. Apagué la cámara, guardé el micrófono, me puse de nuevo la mochila y seguí a mis compañeros, quisimos pasar la cinta amarilla y un agente nos paró de en seco. -Nadie puede salir ni entrar, están cateando una casa por allá-. Y señaló con el dedo hacia un punto ciego para todos nosotros. Nos miramos las caras, hambrientos ya, cansados por el sol, hartos, pues las 2 de la tarde ya se asomaban al reloj. Fuimos a sentarnos debajo la sombra de un árbol. Pronto vimos a dos soldados andar por el techo de unas casas, luego llegó el sargento en puesto, dio una breve conferencia, la cual no alcancé a grabar, donde decía las personas muertas y heridos hasta el momento: 5 muertos y 2 heridos.
Mi corazón se había tranquilizado un poco, pero el nerviosismo no había disminuido, me sentía ansiosa, en alerta...
Por fin pudimos alejarnos de la zona de guerra, pedimos un taxi, con un trayecto en silencio, no había palabras, me sentía muda, en shock. Al llegar a la cabina, respiré un poco voltee a ver a mi compañera y simplemente le dije: -Ha sido mucho para mi-. Realmente no lo podía procesar... Me miró con angustia y me respondió: -estarás bien. Bienvenida al periodismo-.
Estas experiencias han quedado grabadas en mi memoria para siempre, marcaron el inicio de mi vida profesional... Espero realmente haberte emocionado tanto a como mi, pronto te contaré las demás<
Dejo este video como constancia de la veracidad de mis palabras- Nos vemos en la próxima.
https://www.youtube.com/watch?v=9sYW67SmonE